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lunes, 2 de julio de 2012

De súper-conductores y sal.


Y ya parecía que ella se iba quedando sin miradas, su vista viajaba de mi izquierda a mi derecha sin pasar por mí, alguien me aseguró que físicamente aquello era imposible, mas como tantas extraordinarias cosas que era ella capaz de hacer, éste truco que desafiaba las leyes naturales no era la excepción. El vaivén de sus ojos desenfocados era doloroso de imaginar, ni hablar del dolor que provocaba en mí la indiferencia de la luz que se colaba en sus pupilas…

Cuántos sentimientos existen? –Me preguntó alguna vez Beto.

Menuda pregunta. Si tomamos la vista por ejemplo unos de los tantos factores que gestan un sentimiento, no nos será difícil imaginar la inmensidad dentro de la inmensidad. Es decir, he visto las llaves de pantones que cargan por allí, ya cada vez con menos frecuencia, los que trabajan con color… Es imposible a cierto punto determinar la diferencia entre un color y aquél que le sigue de manera inmediata, ya no sabe uno si se trata de un marrón tirando a vino tinto o un morado que perdió su güasonería en un descuido. Eso es la vista, si añadimos el gusto, el tacto el olfato y el oído, la cosa se va poniendo un poco más complicada, si encima le tiramos el pensamiento encima… ya van averiguando por dónde mastica el verde reptil.

Hasta hace algún tiempo, en mis habilidades vivía la de mantener la mirada de aquella mujer dormida en mis ojos. Algo sucedía en ellos que hacía encallar su atención, horas y noches enteras. No existía diálogo alguno que no pudiera viajar en entre sus parpadeos y los míos, ni había algo que valiera la pena que no pudiera decirse llevando los ojos a alguna esquina de sus cuencas… Ahora cuando coincidimos en un afán por retomar el tema, sus palabras en mi ojos tallaban como granos de arena, como aquello que ha de sacarse cuidadosamente sin lastimar irreversiblemente el sentido…

Haciendo gala de mi capacidad analítica, en síntesis me apresuré a contestarle a Beto:

–Amigo, yo creo que los sentimientos son infinitos. Creo que sería prácticamente imposible delimitar el final de la euforia con el principio de la alegría superlativa si es que se dan en ese orden y sentido,  entendiendo una gama de consenso general entre lo que tú entiendes como uno y otro con las demás personas. Es muy complicado, debe ser un número infinito. Ambos reímos al recordar una añeja discusión con otro amigo en común, quien sustentaba la teoría de que la música era finita. Que una escala finita de notas puede llegar a producir solamente un numero finito de melodías, es decir, que en teoría cualquier canción estaba ya inventada en algún punto del tiempo. La teoría de éste amigo no dejaba de ser interesante, no obstante lo poco romántico del concepto.

Si bien era cierto que su lenguaje corporal era majadero e insolente ante mi costumbre, yo seguía prendido de la idea de enganchar sus pupilas como quien trata de enhebrar un hilo a contra-reloj, cuando se ven los segundos llegar a nada. La falsa certeza que me provocaba pensar que podría asir por un momento su atención, otra vez, de una vez, era la misma que me consumía cada vez, de una vez… Parecía que me hubiese tomado contra exigencia de explicación ante lo obvio que desarma, ante lo que solo tiene una interpretación y no se quiere pronunciar, las palabras se atascan en el camino unas con otras, como las miradas que no encuentran blanco ni respuesta y se condensan en sal, amarga e irritante. 

Sinceramente y ya a distancia en el tiempo, creo que los sentimientos son los neurotransmisores entre las neuronas del alma y las neuronas del cuerpo. Son los servo-motores que nos dicen cómo y donde está la razón en relación con los otros. Los sentimientos son los catalizadores de las relaciones humanas. Un cuerpo catatónico se desconecta de su entorno incapaz de desembarcar con los demás. Los sentimientos han de ser los súper-conductores por excelencia, lo que va después de la fibra óptica esa tan de moda. Finitos o infinitos? No lo sé Beto. Tampoco podría catalogarlos como buenos o malos, porque finalmente desencadenan en una conducta, que debe de ser consciente y responsable en la mayor de las veces por lo menos.

Debo haber sido capaz de enlazar una mirada, una vez, de una vez… Quizá pronuncié aquello que no tiene otra forma de decirse porque mis ojos estaban calmos y sin sal… Quizá miré algo bien, porque en mis recuerdos solo vive la mirada que cada noche se dormía en mis ojos, una vez, de una vez…

















Francisco Delfino.

jueves, 10 de mayo de 2012

Zombielosofías para Viernes.


Puede bien ser un truco de la edad, la obligada comodidad de la madurez ó algún factor sociológico externo anidado por allí en el inconsciente colectivo. Pueden bien ser todas las anteriores o ninguna.

La clanificación de “america”. Si, america así con minúscula y sin acento. “america” es esa que se han robado los gabachos muy distinta de la América que conocemos nosotros los cultos como un continente. La clanificación de “america” se reveló formalmente ante mis ojos cuando sondeaba la posibilidad de fundar un foro de discusión acerca de motocicletas en internet, motocicletas de cierta marca en particular que ya es común en nuestro México actual.

Aquí no funcionaría un foro así -dijo Miguel, En estados unidos ha funcionado por la clanificación tan marcada que presentan los gringos por su necesidad de identificarse con algo y hermanarse con los que comparten esa misma pasión. Es lo que ha suplido su núcleo familiar. Aquí lo podrías hacer, pero como no estamos dispersos y aglutinados en la correcta proporción entonces algo tan específico no tendría un mercado atractivo en números. Aquello más que correcto, sonaba perfectamente lógico y sensato. Me hizo pensar en… el Futbol¡! Para eso estamos nosotros dispersos y aglutinados en la correcta (raya-en-lo-estúpida) medida.

A medida que pasa el tiempo (pasa y pasa el güey)… Me he encariñado con la teoría apocalíptica de ciencia ficción en la que los ex-muertos deambulan por allí a medio-podrir, empeñados en fastidiar a una desconcertada minoría de seres humanos “normales” que luchan para sobrevivir ellos y los suyos. Cada quien por si mismo y por los suyos hasta que la epidemia los alcanza y habrá que llorarles 5 minutos para seguir corriendo por salvar la vida. Dije ciencia ficción???

Volviendo al truco de la edad, la comodidad y el factor sociológico… Qué tal si añadimos la seguridad y la tranquilidad a la ecuación? Se han fijado que cada vez tendemos más a vivir “zombie-wise”?  Imaginen que les llama el guardia armado que vigila la puerta de su comunidad cerrada (eso que los jodidos llaman “coto”):

-Disculpe que lo moleste Sr. le busca un andrajoso aquí fuera, no refiere asunto alguno solo quiere pasar y algo dice de que está hambriento, si me pide su opinión, no se le ve de buen aspecto y si mucho me apura, se ve hostil el mugroso.

-Gracias Andrés, dispárele dos veces en la cabeza por favor y tire el cuerpo donde no de mal aspecto, gracias, buenas noches.

En serio, uno cada vez (yo por ejemplo sinceramente) me voy inclinando más por la arquitectura a prueba de zombies. Me gustan los espacios cómodos, agradables y muy seguros. Qué mejor que unos buenos muros de hormigón, copeteados de cercas electrificadas con alambre de púas y puertas de sólida herrería a prueba de Jenny-Riverazos. Ahora que mencionamos a la curvilínea cantante... cuánto tardaría un zombie promedio con apetito promedio en… olvídenlo… calculamos eso más tarde.

Fíjense como sin querer vamos uniendo las puntas de la madeja. Ya no suena la cosa tan a ciencia ficción. En la medida que nos vamos clanificando y añadimos distintivos en la sociedad (clases si se les antoja, tribus urbanas, pérdida de núcleos familiares, etc.) más tenemos que cuidarnos unos de los otros y de los otros más.

Hemos inventado (bendito sea Dios) medios para comunicarnos cada vez con más eficiencia y menos contacto, como si fuese en efecto una epidemia apocalíptica con medios de contagio no delimitados en su totalidad, pero “científicamente” segregados hasta un límite seguro que termina por aniquilar la sociedad en su esencia y funcionamiento. Tendrá que ser pues la comunicación en aislamiento el remanente y eterno espectro de radio, vestigio del big-bang ó esa grabación automática que como en las películas de zombies nos dice como actuar y a dónde dirigirnos.

No todo es malo. No me crean un pesimista por penitencia. Me di a la tarea de encontrar una justificación para ese encanto que tiene el apocalipsis zombie. Miren a su alrededor, el cine, la televisión y algunos otro medios gráficos de entretenimiento están plagados de historias de los putrefactos en cuestión.

Es de verdad mi idea que parte del encanto reside en el deseo que permanece dentro de cada uno de nosotros de vivir “alejados del bullicio y de la falsa sociedad” (esa es canción, pero igual queda) Regresar hacia algún paraje campestre que nos proteja de las aglomeraciones, incomodidades y peligros de las grandes ciudades. Volver a congregarnos con los realmente importantes y crear nuevos órdenes sociales de convivencia donde el contacto físico no es solo el peligro sino también la clave de la supervivencia (y la gozosísima procreación, porqué no?)

Otro lado, igualmente válido de la moneda, es pensar e el sociópata que todos llevamos dentro. Qué podría despertar más emociones que disparar a diestra y siniestra con armas de alta potencia en las cabezas de los blancos más humanos posibles sin remordimientos??? Total, encima de todo me quieren morder¡! Se mueven, disque hablan, sangran y con un escopetazo en la cabeza dejan de fastidiar. Tengo un vecino y dos o tres conocidos a quienes más les vale ocultar su contagio porque les estaré vigilando de muy cerca y seré yo quien les saque de su miseria con zendo plomazo entre los ojos. Yo sé que algunos de ustedes pensaron en sus suegras o qué se yo, no se limiten, total¡! Esto es pura ciencia ficción, no es como si un día la vieja bruja esa se vaya a tratar de meter a su casa a causar terror.

Ahorita está de temporada por ejemplo clanificarse por ideas políticas. Qué tristeza¡! Dividiéndonos hasta lo irreductible y aún así corriendo todos con ojos enlagañados directitos a la panza de los zombies más hediondos… Dejemos ahí, ésta historia ya tiene su horror disperso y aglutinado en su justa medida.


Clanificación vs pérdida de valores, expansión de intereses, introspección vs aislamiento, comunicación constante vs despersonalización, vivos vs muertos… Cómo ven? Ciencia ficción?...

Ah, por cierto, cuando los zombies vengan, algunos no tendremos con qué despacharlos. america (dicen los que saben) nos prohibió alguna vez el derecho a acumular armas para defendernos (nadie quiere a un vecino jodido y armado). Solo que allá en america despachan los vivos a los vivos hasta en las escuelas primarias. Nosotros los tumbaremos a pedradas. Pero… como dijo una muy sabia mujer: “no te preocupes por cosas que a lo mejor nunca suceden…”  Gracias Mamá¡!

Buen Viernes,



-Francisco Delfino.

jueves, 3 de mayo de 2012

Elecciones en tiempos de la Santa Cruz.


Invítenme a ver… 

Medio me están cansando de invitarme a “pensar”. Quizá miro donde no hay, pero cada vez menos sutil es la práctica de lanzar bolos ensalivados y medio digeridos para que terminemos por masticar veinticinco veces y podamos deglutir dejándonos un buen sabor de boca. No conformes con heredar una estructura de pensamiento, es decir, una jarra con una forma determinada y determinántica, también hemos de recibir inspiraciones acerca de lo que hay que preparar y poner dentro. Finalmente quedamos convencidos de que lo que tenemos ahí es efectivamente licuado de “wasamamaya” y “choconostle” aunque no sepamos qué demonios es eso, ni qué propiedades tiene, además de cuánto durará en buen estado. Pero suena lógico, novedoso (no nuevo) y reta mi capacidad al punto de rebasarla por concesión, reconociendo al chef como líder gastronómico y a su procesador de alimentos como un dispositivo irreproducible, por el que debo pagar horas maquila cada que Dios y el tiempo me lo permitan…



La mente, mis queridos amigos, se comporta como un conjunto de músculos, pero no existe esteroide tal que incremente su desempeño de la noche a la mañana, hay que ejercitarla y el dominio de la misma se logra con la persistencia, la técnica y el autoconocimiento. Nos pueden decir mil y un veces cómo usarla pero un solo vuelo libre nos hace capaces de aislar sus “movimientos” y capacidades, logrando posteriormente con esto, la ejecución autónoma de ejercicios estrictos e impecables. 

La mente debe de ser elástica, basta ya de alardear sobre una mente muy “abierta”, una plataforma sin guías y en constante movimiento es incapaz de generar algo estable, eventualmente una mente abierta deja entrar y salir TODO, la mente al igual que una matriz, debe ser capaz de mantener dentro algunas cosas por 28 días, Si! Y otras por nueve meses, una matriz sin tono muscular deja caer el producto y es incapaz de “servir”, una mente abierta eventualmente al igual que una matriz expuesta se seca y es incapaz de ver nacer un carajo. 



Las fibras musculares de la mente se suelen desgarrar. Una mente que no conoce los movimientos básicos de la calistenia, es 4 veces más propensa a sufrir una lesión si se le tira en una trayectoria repentina cuando no hay esa elasticidad adquirida con antelación. Ante una exigencia violenta la mente en las “menos” de las ocasiones cuestiona lo que intempestivamente se le ordena. Ejemplo: “Aguas pendejo!!!” el sujeto en cuestión asume la responsabilidad (si bien le va y no toma la culpa) de lo que está por sucederle, el evento traumático producto de su errática o inexistente reacción oportuna lo determina, deja una marca que no se quita con reposo, por el contrario se esconde bajo el tejido superficial y predispone probablemente la repetición de la misma conducta. Así pues, un raciocinio inducido va poco a poco desgarrando la mente creando una dependencia del chef y de su magnífico procesador, cuando deberíamos estar buscando y viendo a nuestro alrededor con la absoluta certeza de que encontraremos por medios propios la lección del día, diariamente. 



Invítame a ver, no a pensar. Dame el crédito de la capacidad y resígnate a que yo haga con lo poco o mucho que advierta, lo poco o mucho que pueda. Los grandes anfitriones del pensamiento tienen diferentes naturalezas, mismas que mueven sus vidas a educar. Algunos hacen dinero con ideas “revolucionarias” y “nuevas”. Otros hacen egos del tamaño de la osa mayor justo cuando está por invernar, rechonchos. Algunos otros hasta construyen proyectos de nación… 



En el pensamiento hay que servir de anfitriones para el regocijo y aprendizaje propios. Se vale compartir, no estoy peleado con la generación del compartir, pero hay que ser cuidadoso con las formas de otra manera corremos el riesgo de desgarrar fibras inelásticas en la cabecita de algún “cerebro apagadón”. Por otro lado, iluminar por caridad… mmmmm… bueno, eso habla de algunas necesidades y fibras propias que están rotas ya hacen muchas lunas. 

No existen pues las ideas geniales, hay sin embargo ideas oportunas y adecuadas para cada individuo/situación, adoptar una idea “genial” en condiciones inadecuadas nos puede llevar a traumas en un proceso íntimo del pensamiento, es decir, adoptar un martillo como herramienta única del pensamiento no va a provocar que todo proceso tome forma de clavo, no señor…



Invítame a ver, pero no señales. Señalar es reconocido consensualmente como rudo y falto de educación. Señalar provoca y déjame decirte algo más, señalar es, peligroso. Cuando un dedo señala tiene doble filo… Doble dije? Más! Cuando una mano señala un dedo indica hacia fuera y 3 (si, tres), señalan hacia adentro, lo han notado? Señalar incrimina y evidencia en más de una dirección.

No señales, invítame a ver, no a pensar… 

Cuida tu lengua, cuando hablas tanto como piensas (o incluso más de lo que piensas) expones un déficit reflexivo que raya en lo nocivo y aturdes. Ser transparente y comunicar de manera honesta lo que se piensa, dista mucho de parlotear como un cabrón perico todo el jodido día…

Invítame a ver, no a pensar. No me cuentes lo que no sea necesario, cierto y bueno. Esta filosofía no es mía pero, vieras que bien me viene… No actúes por instinto, recuerda que tienes una vida propia, que muchas personas cercanas a ti, necesitan tu tiempo, tu dedicación y tu miserable compañía, no malgastes tu energía en curiosear en la vida de los demás.



Ya con ésta me despido, veamos si somos capaces de encontrar la analogía de mi siguiente relato con parte de lo que he estado comunicando en los anteriores párrafos.

-Hace algún tiempo ya, pasaba frente a un gran edificio de departamentos, de esos muy fresones que están de moda hoy día. Se encontraba la edificación casi ya en obra negra. Abajo, a nivel del suelo, una escultural fémina deambulaba por el camellón de la avenida frente al edificio… Bastó que un solo técnico de la construcción (Homo-Albañilus) notase su presencia para que literalmente cientos de colegas del primero se arrojasen casi al vacío asomando peligrosamente sus cuerpos fuera de las ventanas para gritar a todo pulmón “piropos” y “cumplidos” de toda índole: “Apachurro”, “Chupo y no escupo”, “fiú-fiú!” y mi favorito (incomprensible) “Mamaciiiita”…

Me pregunto yo, a quién demonios que pasó nueve meses tratando de salir de “ese” lugar, paradójicamente pasa el resto de su vida tratando de meterse de nuevo allí a través de vulgares juegos de palabras… Además se le ocurre traer a tema a su chingada madre¡!¡ Eso si es enfermo, qué influenza ni qué las hilachas… Bueno, aquél espectáculo era tan conmovedor que la angelical dama, objeto del deseo de todos éstos “Chiva-hermanos”, no tuvo alternativa más que dar rienda suelta a su risa (gesto que se le agradece sobremanera, una mujer educada siempre debe saber dar y recibir cumplidos des-in-te-re-sa-dos...) y seguir su marcha sin pena alguna. 



Cuántos de estos hijos de la Santa Cruz actuaron allí de una manera consciente? Me pregunto yo. Al más puro estilo de una jauría, solo basta que el primer caliente se deje llevar por sus gónadas para que el resto actúen por imitación y obligación, sí señor, porque si no lo haces entonces no le gustan las mujeres y ya acabó siendo el mariquita… Conducta compulsiva? Pensamiento compulsivo?...



El chef siempre está cocinando algo, lo malo es que aunque no apetezcas te lo acabes refinando porque todo mundo dijo: ay que rico!!! Pero realmente a nadie le está gustando el vaporoso y verde mojón que recién le dejaron caer en el plato… 



Al respecto también cabe agregar que además de declararme un Chiva-hermano empedernido, tengo un gran respeto por la profesión del técnico de la construcción, de no ser por éstos grandes hombres, no tendría yo un léxico tan florido y más aún, un hogar dónde vivir. Declaro falsa de toda falsedad cualquier acusación en mi contra por conducta discriminatoria en el uso ilustrativo de tan pintoresco pasaje, que además es cierto y verídico. 

"Mi bendita manía de contar"… Yo aquí no educo ni ilumino, nadamás cuento. Tan cierto es que les puedo decir que éste texto contiene algo así como… 1365 palabras. 










-Francisco Delfino.

viernes, 20 de abril de 2012

Matemáticas y otros morbos.


Movido por un interés que se arropa en lo sentimental, sin perder esencia y orígenes analíticos, me dispongo a relatar  un pasaje de mi vida en la universidad (facultad, diría la generación que nos engendró), de un modo un poco diferente. Quizás ya terminado éste palabrerío, algún(a) observador(a) me señale con acierto la variante en el arreglo musical. Quizá no, quizá salga yo ganando con que terminen el texto y les deje un buen sabor de boca.

Hace unos días saludé con mucho gusto a un compañero de la universidad, los dos regresábamos en un vuelo nocturno hacia Guadalajara. Nuestra agradable conversación fue abortada por que yo era el siguiente en turno para documentar, nos despedimos con un “nos vemos en la sala de espera”. No nos volvimos a ver sino hasta el carrusel de equipaje en Guadalajara donde les expresé mi deseo de que llegaran pronto a casa, ya que ellos seguirían viajando hasta la ciudad de México.

El encuentro con Carlos, un "quillo" muy… atípico, me recordó mis albores en la facultad de Ingeniería (Industrial). Allí donde desde un principio compartimos algunas materias. Yo llegué de una preparatoria privada que se jactaba de tener un buen nivel académico, qué Foxismo¡! (diría Carlos Marín), quizá algún gabacho catalogaría mi expresión como un “oximoron”.  La realidad de mi nivel académico era despreciable comparada con el nivel mínimo aceptable de la facultad, sobretodo si hablábamos de ciencias exactas, si, matemáticas para ser muy concretos.

En ese entonces las matemáticas eran muy complicadas, desconozco hoy día si con tanto avance tecnológico se hayan simplificado. Lo dudo. Llevé “mate remedial” o como le llaman en otros sistemas “mate cero” con una profesora muy singular de nombre María Elena. Era una mujer menudita, de apariencia desalineada y con una inteligencia superlativa. Por cierto y a últimas fechas trabé una buena amistad con una de sus hijas que vive en el extranjero… Bien¡! María Elena pues. Así como algunos nos las ingeniamos para responder un albur con un esfuerzo equiparable a darle la orden al diafragma para respirar, María Elena tenía el don de ver un teorema matemático escrito en el pizarrón (donde por cierto no había absolutamente NADA antes de que ella deslizara el gis) y enseguida comenzaban a saltar a su cabeza mil doscientas formas de demostrarlo, expresarlo o aproximarlo mediante una brujería que no termino por comprender, a algún otro teorema que resultaba “parecido” y de esa manera lograba digerir pasta, partiendo de guijarros…

Carlos mi compañero se veía cansado en el aeropuerto, venía con sus tres hijos, si, tres. Él y su esposa parecían haber hecho hasta el último esfuerzo porque los vástagos disfrutaran las vacaciones. Platiqué brevemente con Carlos sobre su trabajo, siempre fue un tipo modesto (va saliendo lo atípico?), muy aterrizado y nada pretencioso (atípico¡!), te conocía por nombre y apellido y nunca dejaba de saludarte por los pasillos (atípico?¡!)…

Si… nunca me fue bien en los exámenes de María Elena, no daba yo pié con bola y como es de imaginarse, ese curso fue un fracaso total de naturaleza parcial y transitoria.

Recuerdo que después de haberme entregado una vergonzosa calificación final me dijo:

-Guillermo: Tienes tiempo de buscarme en la tarde en mi oficina?

-Si maestra (contesté) por ahí paso en la tarde.

No tenía ni la menos idea de la razón por la que quería hablarme, pero por su manera de conducirse éticamente, pensé primero que querría entregarme un trofeo a la idiotez, antes que pensar que me quisiera aprobar por lástima. Ninguna de las anteriores resultó una proposición con valor de verdad verdadero. Qué tal¡!

-Pásate (me dijo mientras acercaba una segunda silla a la mesa de trabajo que estaba en su cubículo), siéntate. (Continuó), mi compañera de al lado me cae tan gorda (se refería a otra maestra de cubículo vecino) me choca¡! Además tengo que decirle Teresita porque así se llama, así le pusieron¡! No puedo decirle Teresa¡! Ay me choca¡! (hace un silencio y se me queda viendo con ojos de Tú qué haces aquí)

-Me mandó llamar maestra (colaboré).

-Ah, si… para qué te mandé llamar? Ah¡! Si. Te fue de la patada en el examen verdad? No atinaste ni una… Fíjale que ayer estaba viendo una película en la tele, de esas de mucha acción y balazos y toda la cosa. El muchacho chicho de la película llega al final a rescatar a la muchacha y no hombre¡! Se friega a todo mundo bien suave y sale con la muchacha en brazos…

Comprenderán ustedes el asombro que me atarantaba ante la conversación cuando yo solo podía pensar en como un 30 sobre 100 se podía convertir en una mínima aprobatoria de 70 sobre 100…

Continúa María Elena con su relato… Entonces, la muchacha ya cuando se ve a salvo y que éste cuate la baja de sus brazos, se le echa encima a besos y con unas caricias muy pasadas de tono…

En ese momento créanme que pensé que era la manera más creativa que jamás había escuchado de proponer un trueque carnal-académico.

Sigue su historia… Y yo pensé, qué desfachatez de vieja, éste la acaba de salvar de  las garras de la muerte y lo primero que se le ocurre a ésta es querérselo echar al plato¡!... (hizo una breve pausa y continuó)  Pero enseguida pensé, en la historia ésta mujer era de la vida galante, ese era su oficio, era lo que ella sabía hacer y la única manera que tenía de pagarle.

Nunca me sentí tan confundido y tan desprotegido ante incertidumbre alguna…

María Elena después de verme fijamente a los ojos por un momento, me dice?

-Oye… tú no sabes hacer otra cosa???

Ya no me esfuerzo a éstas fechas por no reírme al recordar el episodio, alguna vez lo hice y los resentimientos se acumularon en formas que solo frenaban mi avance, me sentí ultrajado por las matemáticas y la revelación se vino de aventón con María Elena. Hoy día sin excepción dejo salir una sonora carcajada cada vez que recuerdo ese momento.

-Como a qué se refiere maestra (repliqué por inercia)?

-Pues si oye, no se te da la música, la actuación o tienes algún hobbie  en el que seas realmente bueno y que lo puedas explotar, a lo mejor lo tuyo es “la artisteada” y aquí estás perdiendo el tiempo en una ingeniería. Piénsalo, a lo mejor lo tuyo está en otro lado.

Vagamente recuerdo la manera en la que  terminó la conversación, recuerdo haber dicho algo así como gracias (porque eso si, siempre he sido muy educado) y salí de su cubículo para caminar al estacionamiento, me urgía desaparecer de ese incómodo lugar.

Carlos mi amigo se veía muy cansado en el aeropuerto, ya se los mencioné?... Me platicó que recién comenzaba una nueva vida en la capital a donde lo habían transferido de trabajo. Se quejó entre otras cosas de lo “echadores” que son los capitalinos y cuánto hablan de dinero, particularmente de aquél que no tienen… No te preocupes mi Carlos, encontrarás un amigo poco pretencioso y sincero justo como yo encontré uno aquí en Guadalajara.

Tenía razón usted María Elena, no lo vi en ese momento, me pregunto si alguien puede a esa edad. Aprendí a hacer mejor muchas cosas más, si bien es cierto que tardé más de lo éticamente debido en terminar mi Licenciatura en Ingeniería, ese hecho nunca me ha estorbado. 

Quizás alguien se identifique con lo arriba escrito, quizás alguien más recapacitará acerca del uso de su tiempo, me queda claro que todo aprendizaje es bueno, pero no todo es igualmente productivo mientras se gesta.

Les dije que Carlos se veía muy cansado? Ojalá hayan llegado pronto a casa amigo.



Francisco Delfino.

miércoles, 18 de abril de 2012

(Ding¡!) Hemos iniciado nuestro descenso...


Dicen (y con mucha razón) que uno cuando sale de viaje piensa que por alguna mágica causa los “problemas” desaparecen, solo para encontrarse al regreso con la cagante tarea de desempacar la maleta y sacar de ella hasta el último “asunto pendiente” junto con los calcetines sucios… Será por eso que mis maletas duran por semanas semi-deshechas? Que sea por eso entonces.

Los aeropuertos son lugares muy interesantes. Culódromos (perdonen lo gráfico de mi narrativa) muy nutridos y variados -no me engaño a mí mismo- las mujeres más guapas y en sus mejores casuales/cómodas galas se pasean por los corredores y se sientan en las salas de espera ignorando elegantemente a toda la concurrencia ensimismadas con música en los oídos, su teléfono inteligente o alguna revistucha mamerta de esas en donde les dan tips de sexo, mismos que en su mayoría son más falsos que una moneda de tres pesos…

-Qué haces???

-Eh??? No sientes rico???

-Eee, esteee, casi no… Lo leíste por ahí, verdad?

-Jeje, jeje.. je

-(ay Cosmo¡! nadamás desinformando recurso humano con potencial…)


Pero bueno, estábamos en los aeropuertos… En cada etapa de la vida de uno se interesa en diferentes cosas, recuerdo tratar de adivinar, cuando niño, el “avión que nos tocaría”, ya más grandecito pensar ni nos iba a tocar abordar a patín desde el suelo o por el “gusano”. Nunca realmente contemplé, sino hasta por allí de los 16, el potencial pasarela de un aeropuerto.

De verdad, esa fantasía sexual tan repasada del baño del avión con una guapa azafata se esfumó hace mucho tiempo ya, basta con tratar de hacer pipí sintiéndote indígena maya con una tabla en la frente (el panel plástico que invariablemente te da en cara a menos que te sientes pa’ mear) todo entumido y acalambrado, en serio, lo último que pasa por la mente es “flush para dos”…

Las azafatas, recuerdo bien, siempre han llamado mi atención. Ellas son expertas en eso que llaman: “sacarse provecho”, hasta la más desgarbada mujer ya peinadita con jitomate y enfundada en ceñidos y a-mi-ni-fal-da-dos uniformes se ve guapetona, además se conducen con mucha seguridad. Era siempre agradable fantasear con un susurro al paso: “nos vemos en el baño en cinco”. Nunca llegó tal, en su lugar era siempre “pasta o pollo”?... pero ahora son “cacahuates o papitas”?...    

Las de aerolíneas asiáticas, por ejemplo, son una colección de hermosas muñequitas de porcelana, si tuviera que hacer una comparación gastronómica serían una bolsita de gummy bears que cobra vida y desfila con gracia sin igual…

Mis maletas siguen a medio desempacar allá, en otro cuarto, desde hace ya cinco días… Parte tendrá que ver con el desazón que produce dejar lugares familiares, agradables y personas entrañables a quienes duele no ver con frecuencia. Otra parte, estoy seguro, reside en el miedo a sacar eso, eso que saldrá seguramente justo después de los calcetines sucios.

Me pregunto si los nómadas tenían la ventaja de nunca tener que desempacar nostalgias, recuerdos rotos, y grandes frascos llenos de amargas lágrimas (que hoy en día deben de viajar en el equipaje documentado…) Por mí mejor¡! Debe, sin duda, haber sido una dinámica diferente para esas tribus, no muy lejana quizá de la de un circo, una compañía de teatro, de una de esas carpas viajeras en las que cuentan se podían ver en vivo a los grandes artistas y comediantes que nuestra generación solo conocimos en televisión. O también… se parece mucho… al estilo de vida de una… guapa y misteriosa… aza…fata…

Por otro lado, ayer recién platicaba con un buen amigo, con quien coincidimos en no sentir realmente un sensible arraigo en ésta ciudad. Si bien es cierto que tengo más tiempo de mi vida de residir aquí que incluso en mi ciudad de origen, no me siento “de aquí”, a veces me tienta la idea de mudarme a vivir a un lugar lejano, pero de una u otra manera, tendría que empacar en la misma maleta y cargar con “eso” allí dentro a otro lado, lo cual  tendría como destino el mismo callejón sin salida. No hay que bajar nunca la guardia ante esos cuatros mentales auto-impuestos.    

…Las de aerolíneas asiáticas… ahhh¡!...

La opción siempre permanece tentadora, no desempacar la maleta, dejar dentro los asuntos inconclusos. Total¡! Alguien quizá la ocupe antes que yo de nueva cuenta y se tome la molestia de vaciarla previo a echar lo suyo, mas mucho me temo que me dejarán sobre la cama “algo” y me dirán: creo que esto, es tuyo, acomódalo…

Abandonar la maleta con todo y su contenido (figurativamente hablando), tendría consecuencias dolorosas y severas… Está prohibido dejarlas fuera de nuestra supervisión, serán inevitablemente decomisadas y no devueltas nunca.

Hoy hacen ya más de trece años que decidí dejar de volar permanentemente para no deshacer maletas. Extraño a las azafatas, pero el personal de tierra tiene igualmente un atractivo mayúsculo.

Desde aquí veo la puerta del otro cuarto. Quizá sea ya hora de desempacar de una buena vez, lo que sea que eso signifique...

-Francisco Delfino.

Pd: se han fijado que me encanta el uso de las cursivas? Estará allí la clave?...